La idea que me llevó a escribir esto es simple, yo no creo en las revoluciones desde la ideología, sino del trabajo de la gente humilde, que no se nota, pero que ayudan a que la realidad se transforme. Un ejemplo de revolución sería la marxista, y otra, también relacionada con esta, la revolución guevarista de los 60 y 70 en Latinoamérica, también el capitalismo, o la revolución industrial. Nuestra discusión empezó después de mi regreso a España, yo había estado varios años en Latinoamérica trabajando en proyectos de ayuda al desarrollo (como voluntario y como profesional) y a mi vuelta a España discutía con este amigo mío sobre las revoluciones desde la política.
Cualquier joven con inquietud humana y social bebe de una ideología. Como seres humanos cuanto más jovenes somos más a la izquierda estamos (ideologías liberales o progresistas) y cuanto más viejos más a la derecha (ideologías conservadoras). Esto es una generalización y muchas veces no es así, pero me refiero a que hay una situación propia de nuestra edad y también una situación política del lugar en el vivimos y/o nos educamos.
Yo (como todos los hijos) no conocí a mi padre de joven, cuando nací, él ya tenía 31 . De lo que estoy seguro es que no tenía mucho tiempo para disquisiciones políticas o intelectuales, pues en la España de los años 50 y 60, bastante tenía con buscarse la vida para sobrevivir. Primero como mecánico aprendiendo el oficio, luego trabajando para otros, después emigrando y finalmente trabajando en su taller hasta el día de hoy. Con esa revolución del día a día, mi padre, que terminó de milagro la primaria, tiene hijos con educación universitaria. ¿Es esta una historia única? No, es una más de las miles, millones de generaciones españolas (y supongo que de otras partes del mundo) que son ahora nuestros padres (que nacieron en los 40 y 50).
Mi padre, como otros muchos, todavía defienden que como con Franco nunca se vivió mejor. En estos tiempos tan progressss, suena a ideología rancia, pero en realidad es algo que no tiene que ver con la ideología. Simplemente fue ese tiempo histórico donde pudo construirse un futuro. El sueño es siempre el mismo, trabajar para que nuestros hijos tengan un futuro mejor que el nuestro. El sueño yo creo que no cambia con los años. Las estructuras de poder, las inquietudes de las personas, la estructura emocional, siempre serán las mismas. Ha evolucionado la tecnología, ha evolucionado la disponibilidad de recursos (la España de ahora tiene muchísimos más recursos), pero las familias de hoy, de ayer y de mañana, compartimos quizá la misma re-evolución.
En todas las épocas de la historia hay unas personas (intelectuales, políticos, reyes) que intervienen en la vida de las personas proponiendo modelos, proponiendo ideologías, proponiendo cambios, proponiendo revoluciones. Yo me pregunto si son en realidad ellos los que transforman el mundo, o en qué parte intervengo yo. ¿Cual es mi parte de rey y mi parte de siervo?
Hace tiempo había escrito mi reflexión sobre mi trabajo semi voluntario en Catuche (La flor de la guanábana) donde cuento, utilizando una metáfora de la miopía, como mis prejuicios intelectuales no me dejaban ver la realidad. Aún hoy, escucho a mucha gente hablando de Venezuela como un país de vagos, cuando yo he visto personas trabajando y estudiando desde los 17 años, personas que tienen que coger dos horas de bus para llegar a su trabajo (y hacerlo con humor), y a madres que durmiendo cuatro horas arreglan a sus hijos y se van todas coquetas a su trabajo. Humildes que hacen revoluciones.
Otra experiencia similar la tuve en mi trabajo en Colombia, aunque era un trabajo remunerado me permitió vivir en Bogotá tres años. Es increíble que se hable de Colombia como un país de droga cuando es sabido que de cada 100 dólares de beneficio de la droga, sólo se quedan en Colombia menos de 10 (¿y el resto?). Hace poco leía un artículo que me parece describe el realismo mágico en Colombia. García Márquez en realidad no lo inventó, historias como los Buendía ocurren todos los días en Colombia. Y más allá de la droga, existe la diversión y el drama de tanta gente que saca a su país adelante, entre tantos cabrones que se empeñan en imponer su razón terrorista (me da igual la ultraizquierda guerrillera que la ultraderecha paramilitar). Hace como cuatro años fui a un curso donde había una mujer joven de unos 20 y pocos años. Su familia estaba amenazada por paramilitares desde hacía años, uno de ellos llegó a matricularse en la universidad y se sentaba cerca de ella para amedrentarla. Así durante dos años, amenazándola con su presencia continuamente. Su familia vivía escondida por las amenazas y a su padre lo habían asesinado seis meses antes. A pesar de esa situación, seguía estudiando y quedandose en Colombia (miles de colombianos están exiliados por la violencia). Situaciones similares ocurren en Euskadi hoy, al norte de España, con tantas personas amenazadas por el terrorismo de ETA durante tantos años (a ver si nos dejan en paz de una p. vez). Siempre humildes que hacen revoluciones.
Y si me voy más cerca, después de tres años de docencia, no me canso de ver a la mayor parte de mis alumnos con ganas de aprender, de esforzarse, de saber más. Gente que trabaja y estudia, que ha fracasado en otros estudios y vuelve a esforzarse. Re-evoluciones de alumnos, y también mi re-evolución como profesor.
Tanto la historia de mi padre, como la de muchos venezolanos y colombianos, como la de muchos de mis alumnos, es una historia más. Tanto mis padres, que tuvieron hijos en los 70, como los de hoy, que nacieron en los 70 comparten las mismas inquietudes, sacar los hijos adelante, equilibrar ingresos y gastos, sueño y descanso, enfados y caricias.
¿Es Otra revolución? No, es la misma, la de siempre:
... la revolución de los humildes
Blog Opiniones interesantes (una de cada mil)
Sección » Personal
|
La Flor de la Guanábana
Artículo sobre mi experiencia en Catuche, el original fue publicado en
la revista SIC [1] del Centro Gumilla [2] en el año 1999 (Archivo PDF
) [3]
----------------------------------------------------------------------
A ustedes, queridos...
|